Análisis / Misión Verdad
En medio de la pandemia de Covid-19 y en plena escalada de las presiones geopolíticas de Washington hacia Venezuela, el tablero político a lo interno de la coalición de partidos antichavistas se ha estado moviendo de manera llamativa.
El fracaso de la Operación Gedeón encabezada políticamente por el militante de la organización Voluntad Popular Juan Guaidó fue la gota que derramó el vaso. La credibilidad del autoproclamado se ha visto fuertemente impugnada, dándole peso a las vocerías opositoras que intentan desplazarlo como líder único del antichavismo por mandato de Washington.
La guerra por la presidencia de la Asamblea Nacional a principios de este fue el detonante de una nueva crisis interna, marcada como las anteriores por la distribución desigual de los recursos financieros entregados por los países aliados a la dirección del golpe.
Guaidó ha centralizado en su figura y en su entorno cercano todo el protagonismo político del antichavismo en el último año y medio. Fue ungido por la Administración Trump en enero de 2019, acaparando con ello la conducción del cambio de régimen y marginando a otros factores de influencia que integran la coalición de partidos opositores.
Desde la periferia de las formaciones políticas que han perdido presencia política y mediática, se hace el balance de que Guaidó ha fracasado en su tarea de armar acuerdos para una estrategia común.
La reciente escalada de sanciones contra Venezuela, orientada a evitar que buques iraníes cargados de gasolina entren al país, ha representado otro punto de quiebre que se ha hecho masivo en las redes sociales.
Por primera vez desde que inició el ciclo de cambio de régimen de 2019 con la autoproclamación del diputado por el estado La Guaira, figuras del antichavismo se oponen públicamente a la aplicación de sanciones y cuestionan directamente a Guaidó.
Las figuras periféricas de la coalición sienten que estas maniobras erráticas de Guaidó están arrastrando a toda la oposición a una ola de descrédito. Los han dejado por fuera de planificación de la estrategia. Pero se trata de un reacomodo: como observan que las sanciones están deteriorando la imagen del antichavismo, ven la oportunidad de asumir una postura disidente para salvar la cara y presentarse como una alternativa a Guaidó.
No hay que olvidar que los factores más tirados al centro político también apoyaron la política de sanciones de Washington durante sus primeros años.
La guerra de intrigas para desplazar a Guaidó como líder del antichavismo estaría siendo encabezada por Henrique Capriles Radonski, dos veces candidato presidencial por la oposición (en ambas perdió) y dirigente de la formación política Primero Justicia (PJ).
Esto lo confirmó una información reciente de Bloomberg que el periodista venezolano Francisco Poleo complementó con fuentes propias.
En su exclusiva afirma:
“Tres diputados de PJ, Ángel Alvarado, Eudoro González Dellán y Rafael Guzmán, tendencia Capriles, contactaron al Departamento de Estado para pedir un cambio en la posición de Washington ante el régimen de Maduro. Quieren negociación con el régimen y elecciones parlamentarias”.
Poleo destaca:
“En el momento más difícil para el presidente interino, la eterna rivalidad entre Primero Justicia y Voluntad Popular, y la tenaz aspiración presidencial de Henrique Capriles amenazan su posición como líder de la oposición al régimen de Nicolás Maduro”.
A su vez, el periodista indica que la propuesta presentada fue rechazada pues no comulgan con “la idea de cambiar el caballo en plena carrera, así como caer en la zanja de pleitos entre partidos extranjeros”.
En los últimos días, los ataques de Henrique Capriles contra Guaidó han arreciado. Ha tildado el interinato como una “fantasía” y ha reclamado un cambio en la estrategia tras la fallida Operación Gedeón, fuertemente cuestionada en las redes sociales.
Según una fuente citada por Poleo, Capriles mantiene conversaciones con el gobierno venezolano mientras busca desplazar a Borges como el interlocutor de “la política exterior” del gobierno fake de Guaidó. Es decir, de las coordinaciones con Washington.
El objetivo de Capriles es que los factores opositores mayoritarios y minoritarios se sumen a las negociaciones de cara a las elecciones parlamentarias que se deberían realizar por ley a finales de este año.
Sin embargo, este enfoque es poco compartido por los cuatro partidos principales de la coalición antichavista (Voluntad Popular, Primero Justicia, Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo).
Muchos de los sectores más centristas temen que quitarle el apoyo a Guaidó implique sanciones y presiones directas de Washington, como ocurrió con el diputado de PJ, Luis Parra, cuando asumió la presidencia de la Asamblea Nacional a principios de este año en una rebelión de diputados contra la posición de liderazgo de Guaidó.
Otros factores, los más radicales, piensan que el golpe triunfará en el corto plazo y quieren estar bien ubicados en el tablero para asumir posiciones de gobierno una vez Maduro sea derrocado. En ambos casos, el cinismo es el principio que articula los cálculos políticos.
Sin embargo, los movimientos de Capriles retratan fielmente la debilidad de la coalición antichavista y la comprometida posición en la que se encuentra Guaidó. Oficialmente hay una maniobra para destronar al militante de Voluntad Popular.
Capriles se ha visto marginado luego de su último fracaso electoral en 2013, pero también por la apuesta que hizo Washington para que Voluntad Popular asumiera la conducción de la oposición y del golpe en general.
A diferencia de Guaidó, Capriles es un representante orgánico de la mediocre élite venezolana. Representa un apellido mantuano con una historia política, empresarial e intelectual de larga data en el siglo XX nacional.
Esta élite ha atestiguado una pérdida de su liderazgo económico y político en los últimos años, tras el cerco económico de Washington y la apuesta por una generación política de relevo que no incluye a los apellidos con linaje. No están contra el golpe, sino contra el desprecio de no ofrecerles un lugar con presencia.
A través de Henrique Capriles, habla una familia de abolengo que ha perdido espacio e influencia política y empresarial, y que buscan retomarlo.
Priorizan la negociación de cara a las parlamentarias porque saben que un golpe a la fuerza los dejaría fuera de la ecuación de poder. El último capítulo de la saga de intrigas dentro del antichavismo estará marcada por esta rebelión de los ricos bobos contra el autoproclamado.
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